El Sendero de Elias: 3.2 – La Fe y las Obras

El Sábbath, como se describió anteriormente, es un perfecto ejemplo del equilibrio existente entre la fe y las obras y lo encontramos en muy pocos sistemas religiosos fuera del Adventismo. Los precipicios de ambos lados del camino de esta doctrina consisten en a) aceptar un entendimiento incompleto sobre la “gracia” de Dios y creer que las obras no tienen importancia alguna en la experiencia Cristiana, o b) creer que como ya hemos aceptado la gracia, se tiene el permiso de obrar tan duro como se pueda para ganar la recompensa prometida. El primer precipicio nos lleva al libertinaje (abusando de la gracia de Yahweh para violar Su ley) y el segundo nos lleva al legalismo.

 

Lo que se necesita es tener un entendimiento balanceado del rol que la fe y las obras cumplen. Por ejemplo, hay versículos que dicen, “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.” Rom 3:27-28)

 

Y también hay versículos que enseñan, “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.” ( Sant 2:17-18)

 

Esto no es una contradicción; solo necesitamos leer cuidadosamente. Pablo, en Romanos, escribe que no somos “justificados” o “ hechos justos” por nuestras obras porque fue Yahshua quien murió por nosotros y gano este don sin nuestra interferencia. Santiago en cambio provee una perspectiva diferente. Una lectura mas cuidadosa de su epístola nos revela estar dando una reprimenda a aquellos que se inclinan hacia las “obras” y aquellos que no consideran que las obras juegan un papel importante. El escribe que la fe no existe o esta muerta si esta “sola” pero Santiago no esta diciendo que la fe no es importante. El sugiere incluso que las obras por si mismas no son valiosas porque el concluye, “te mostraré mi fe (la cual tengo) por mis obras.

 

“Pero,” algunos preguntan, “ ¿no escribe Santiago en otro lugar lo contrario de lo que Pablo explica en Romanos, escribiendo, ‘Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.?’” (Sant 2:24)

 

Si, Santiago dice esto pero el contexto nos revela que Pablo y Santiago están usando la palabra “justificado” en dos sentidos completamente diferentes. En Romanos, Pablo esta hablando ser considerados ante Dios. Romanos 3 habla del Juicio de Dios, diciendo por ejemplo, “De ninguna manera; antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso,” (versículo 4) “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él,” (vers. 20) “…Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión.” (vers. 30) Claramente vemos que el énfasis de Pablo recae en ser declarado justo en el juicio de Yahweh , declarando que Judíos y Gentiles están limpios espiritualmente a pesar de sus obras porque los Judíos fuero escogidos para “laborar” para Dios y los Gentiles no lo fueron aun así ambos obtienen justificación por la fe, por su aceptación de Yahshua, “una propiciación por medio de la fe en Su sangre.” (vers. 25) 

 

Santiago, al contrario, esta hablando de ser considerados como siervos fieles de Cristo por otros hombres. El enfoque de Pablo reside en aceptar a Yahshua y ser justificados mientras que Santiago esta enfocándose en la responsabilidad que el Cristiano tiene de dar ejemplo a otros hombres para atraerlos a una experiencia similar por medio de nuestro testimonio. El escribe, en el Capitulo 2 de su Libro, “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (vers. 15-16)

 

Y de nuevo dice, “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” (vers. 21-23)

 

Ahora, note muy bien los siguiente, Santiago esta citando a Génesis 15:6 que lee así,

“Y [Abram] creyó a Yahweh, y le fue contado por justicia.” Aquí esta la parte importante; ¡Isaac no fue ofrecido en el altar sino hasta el Capitulo 22! De hecho, Abram ni siquiera había recibido el nuevo nombre Abraham, como señal de la promesa venidera, sino hasta el Capitulo 17. Santiago esta resaltando un punto sutil pero muy poderoso; Abraham fue “justificado” en el Juicio Celestial por su fe antes de que sus obras se manifestasen pero esta fe fue refinada o “perfeccionada” (versículo 22) por su sumisión y fue “llamado” el amigo de Dios por todos aquellos que supieron del sacrificio − por ejemplo el Rey Josafat (2 Cron 20:7) − porque sus obras establecieron el ejemplo y su gran fe fue reconocida en el mundo de los hombres.

 

Los Sábados, las Lunas Nuevas, el estudio Bíblico, la oración, el pago del diezmo, la reforma alimenticia, las obras de caridad y así sucesivamente son todas obras Cristianas. El hacer estas cosas no es lo que “justifica” a un hombre delante de Yahweh pero sin ellas los hombres no podrán conocer la fe que clamamos tener. Y de hecho, Santiago escribe que si las obras no están presentes como consecuencia natural de la creencia esa fe esta “muerta.” “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” (Sant 2:26) En esto el nos da una lección objetiva para acompañar el punto que ha hecho. El espíritu puede ser la vida de un hombre pero el cuerpo es la parte visible que otros pueden ver y ninguno puede existir, como un alma viviente, sin el otro.(Gen 2:7)

 

Las obras Cristianas tienen doble bendición. Primero, son una revelación de la fe a otros, el testimonio por el que atraemos otros a Cristo. ( 1 Cor 2:1) Pero (la segunda) también, como se dice en Apocalipsis, los santos vencen por medio de su testimonio como también vencen por la sangre del Cordero. (Apoc 12:11)

 

Al desarrollar las obras de la fe estamos, como dice Santiago, perfeccionando esa fe. La fe puede crecer en cierto sentido (2 Tes 1:3) porque nuestra fe se “ejercita” por medio de la recepción humilde a las amonestaciones (Hebreos 12:11) o por la practica de actos asociados con la virtud, (1 Tim 4:7) Pedro describe los detalles de este ejercicio espiritual en su Epístola, nombrando las obras de fe como uno de los pasos para llegar a la fe invencible: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento y al conocimiento, dominio propio […] porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.” (2 Pedro 1:5,10b)

 

Cuando tenemos respeto por las observancias sagradas, incluyendo la observancia de los tiempos señalados y sagrados de Yahweh, participamos de las bendiciones físicas y espirituales e invitamos a otros a hacer lo mismo. Por medio de nuestros diezmos y obras de caridad reconocemos de una manera concreta que somos hijos de nuestro Padre Celestial, quien da liberalmente a todo aquel que pide y tiene necesidad. De este modo destruimos cualquier raíz de egoísmo en nosotros que el tentador haya querido plantar. El estudio Bíblico y la oración son beneficiosos para enrolarnos en las clases teóricas de la escuela de Cristo, en los que aprendemos más sobre el carácter del Creador. La mente y el espíritu no pueden estar completos sino producen un cambio o reforma en el estilo de vida, tanto alimenticia como en el vestuario, que beneficie y santifique el cuerpo.

 

De nuevo cabe mencionar que todas estas cosas también dan un testimonio valioso y visible para los demás. Estos fueron los principios que se enseñaban y que fueron entendidas claramente por los Cristianos del Primer Siglo, pero tal equilibrio se encuentra difícilmente en aquellos del día de hoy que profesan seguir las enseñanzas de estos hombres y mujeres inspiradas de Dios.

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